La Tormenta
-Basta!
Grita alguien en el medio de la calle desierta.
-Basta!
Repite con más fuerza.
Cae al piso, rueda, se levanta.
Se toma un brazo.
-Deja de moverte.
Le dice.
Parece temblarle todo el cuerpo.
-Basta te dije! Dejen de joderme hijas de puta.
De pronto comienza a caminar.
Sus pasos son firmes, se oye una música de piano, preciosa..
La música cambia, un amigo escribe, esta persona sigue sola.
-Perdón
Grita al viento.
-Perdón por errar y también acertar.
Perdón por ser yo, y a veces no serlo.
-Perdón,
Vuelve a gritar.
-Perdón, por no ser quien esperabas, y también haberlo sido.
-Me estoy quedando loco.
Calma, ya no camina, ni tiembla ni cae al piso.
Las palabras que escribe en el aire lo tranquilizan.
-Perdón...
Repite, pero esta vez parece decírselo a sí mismo.
-Perdón por ser débil ante todo, y mentir mientras me muevo como si fuera lo contrario.
Perdón por la ambivalencia, y la pasividad, por el inconformismo, por...
Perdón por traicionarme a mí mismo más veces de las que traicionaría a los demás.
Hace una pausa, la voz cambia, suena chillona.
-¿A quién vas a escuchar, si no es a mi cuando te digo que debes seguir?
Vuelve a cambiar la voz, ahora suena gruesa.
-¿Escucharte a ti? Ni que tuvieras la verdad única de la vida.
Ahora es intermedia.
-Aunque no tenga la verdad de la vida, algo hay que hacer y al menos está proponiendo.
Otra más, diferente a todas.
¿Proponer? Si pero, ¿proponer qué? Porque si es por proponer propongo terminar todo de una vez que es más fácil.
-Cállate.
Primero una.
-Cállate.
La otra.
-Cállate.
La última.
-Cállate.
Su propia voz.
-Podemos hablar de todo, pero de eso no.
Ni jugando.
La voz chillona:
-Pero no es mala idea después de todo.
La gruesa:
-Y... ahora que lo dices.
La intermedia:
-Es verdad, no es mala opción si lo piensas...
La diferente:
-¿Ven que son imbéciles todos y todas?
Como van a pensar seriamente en ello.
Ustedes están locos.
Todos estamos locos.
Otra voz diferente, mas grotesca:
-Todos están locos, nosotros no estamos locos.
Locos son ellos que...
Lo interrumpe la voz gruesa:
-Cállate, ya vas a empezar a decir que el mundo es una mierda y bla, bla, y vamos a terminar todos llorando. Deja de Joder.
Aparece otra voz esta aniñada:
-¿Están hablando de plata otra vez?
Todas hablan al unísono.
La persona vuelve a temblar, caer al piso, levantarse, corre salta se golpea la cara.
Llora y se ríe al mismo tiempo.
El polvo del piso se levanta, y la luz se vuelve amarillenta, como filtrada por un vidrio sucio de polvo.
Empieza a llover, golpeando el cristal de este vidrio y sus gotas no nos permiten observar bien el rostro de esta persona, que ahora se ve deformado y tétrico.
Llora, se ríe, patalea, su voz sigue cambiando y gritando cosas ininteligibles como un tornado.
El piso tiembla. La lluvia cae mas fuerte.
Sus llantos y risotadas resuenan con eco por todas partes.
El piano toca una melodía triste.
Todo es un torbellino de emociones que se chocan unas a otras.
La furia se aduce en los ojos de esta persona que corre hacia nuestra posición.
Chocamos con ella y nos golpea. Nos maltrata y nos grita diferentes cosas que no podemos entender, pero duele.
Cada palabra que sale de su boca de una u otra forma nos lastima. La carne. Las vísceras.
Sentimos el dolor en cada parte de nuestro cuerpo.
Ahora ríe, solo ríe.
Nosotros lloramos, solo lloramos.
Pero nos enderezamos, lo miramos a los ojos, y en él vemos nuestro reflejo, una copia tal cual a nosotros.
Sus pensamientos en torbellino podemos ahora leerlos sin escuchar palabra alguna, y siguen doliendo como el primer momento.
Duelen como patadas y como golpes a las partes bajas.
Lloramos por dentro, reímos por fuera.
Hay que arreglar las fotos dice alguien.
Hay que hacer el trabajo dice otro alguien.
Hay que dejar las redes sociales. Mejorar nuestra economía. Comer sano, no matar tantos animales.
Escapar del sistema o sobrevivirlo. Hay que terminar los textos. Escribir nuevos. Hay que sacar un disco.
Pedir perdón, dar las gracias. Hablarle a ella. O a él, o a ellos.
Contarles la verdad. Gritarle al mundo decir todo lo que nos sucede y sentimos y hacemos. Dejamos de hacer o queremos hacer.
Hay...
Hay...
Hay que...
Apagar el ruido.
Todo es un torbellino de voces incontables cada una con su reclamo, cada una con su opinión, cada una quiere algo diferente u opina sobre eso.
Y el piano, insoportable no deja de sonar con notas agudas de esas que molestan y hace recordar a una gota cayendo al agua, pero en piano.
Con un ambiente cargado de reverberación y profundidad.
El eco ahora se traduce a las voces y el mundo entero es un torbellino, ya no son solo las voces.
Nuestro cuerpo, todos los sentidos embotados. Son un torbellino sensorial.
Los olores entran por las narinas y nos duelen.
Arde el olor a tierra mojada y el agua cuando nos toca.
Nos sangran los oídos no paramos de temblar.
El piano crece.
Lloramos.
Basta.
Gritamos.
Basta.
Otra vez.
Basta!
Con más fuerza.
Nada.
Abrimos los ojos, y allí está aún, sorbiendo la leche haciendo ruido.
Y a cada sorbido.
Los ojos cerrados.
Los músculos tensos.
La tormenta.